La historia de la competencia entre dos periódicos locales quizá no suene muy entretenida. Sin embargo, si le agregamos los distintos orígenes sociales de sus dueños, un poco de corrupción desatada, y algo de sexo, tenemos un best-seller de esos que se pueden convertir en filmes de domingo para TV
Richard Armstrong era un hombre que se había hecho a si mismo: nacido en una humildísma familia judía centroeuropea, su audacia e ingenio posibilitaron su ascenso fulgurante en el mundo de los negocios periodísticos.
Keith Townsend, de origen acomodado, había buscado emular y superar a su padre en el terreno de éste, los periódicos.
Dos historias personales, dos perfiles psicológicos y una sola ambición: el control mundial de la prensa.
El cuarto poder es una historia de ambición y de poder.
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La historia de la competencia entre dos periódicos locales quizá no suene muy entretenida. Sin embargo, si le agregamos los distintos orígenes sociales de sus dueños, un poco de corrupción desatada, y algo de sexo, tenemos un best-seller de esos que se pueden convertir en filmes de domingo para TVRichard Armstrong era un hombre que se había hecho a si mismo: nacido en una humildísma familia judía centroeuropea, su audacia e ingenio posibilitaron su ascenso fulgurante en el mundo de los negocios periodísticos.
Keith Townsend, de origen acomodado, había buscado emular y superar a su padre en el terreno de éste, los periódicos.
Dos historias personales, dos perfiles psicológicos y una sola ambición: el control mundial de la prensa.
El cuarto poder es una historia de ambición y de poder.